Mostrando entradas con la etiqueta Cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cine. Mostrar todas las entradas

miércoles, 17 de abril de 2013

LOS VIDEOCLUBS

     Hay que ver cómo han cambiado los videoclubs. Bueno, algunos no han cambiado, directamente han desaparecido. Otros han mutado en una tienda de chinos de todo a 1 €. Y de los pocos que quedan, ya no sabes si estás en un videoclub o en una tienda de bolsos de imitación. El otro día entré en el videoclub del barrio, así por curiosidad, y le pregunté a la dependiente “perdone,  ¿qué tienen películas?”. “Sí, claro, allí en el estante del fondo”, me respondió. Y yo “¿seguro? Es que no las veo”. Y era cierto, aún quedaba una estantería con películas. Eran todas las de Crepúsculo, pero sí, quedaban películas. También estaba Follador y Caballero, pero ese ya es otro tema… ejem, sí, bueno, fue el título que me llamó mucho la atención. Además, mi amigo Rafa ya me había hablado de ella en alguna ocasión.  
Para mí, el hecho de ir a alquilar una peli tenía un encanto especial. ¿Os acordáis de aquellas tardes interminables en el video club de la esquina, tratando de decidir con tu pareja qué cinta llevarte a casa? Es una lástima, porque eso se está perdiendo. “Yo por mí vería la de Almodóvar”, te decía tu novia, “pero elige la que tú quieras ¿eh?”. Y veías la de Almodóvar sin chistar, por supuesto. Aún me acuerdo de la última vez que alquilé una peli en el videoclub. Fue hace años, y lo recuerdo bien porque ese mismo día, casualidades de la vida, lo acababa de dejar con mi novia de entonces. Tranquilos. No fue nada importante. Una tontería de dos años. Y yo me dije, qué coño, vamos a celebrarlo: hoy me alquilo la que a mí me da la gana.
No, ahora en serio, aquella noche, la noche de la ruptura, una amiga me dijo que un buen remedio para evadir mis penas amorosas era el cine. “Ponte una buena peli. Ya verás, te hará sentir bien, te hará reflexionar”. Y le hice caso. Cogí y me bajé al videoclub a alquilar una peli. Mi amiga, la pobre, lo dijo con toda la buena intención del mundo, pero estaba equivocada.
Ni puto caso. Lo último que necesitas en esos momentos es reflexionar –me dice mi amigo Rafa, que ahí donde lo veis, sabe mucho de relaciones.
Te doy la razón.
Y lo único que pensarás es que el cabroncete del prota se está cepillando a Scarlett Johansson, mientras tú estás de nuevo y oficialmente a pan y agua.  
Hay que tener cuidado. Una mala película en un momento delicado puede deprimirte más de lo que imaginas. Por tanto, si atraviesas una situación similar, mi consejo es que vayas a pasear, a correr, a bailar, a nadar, a los clubs, al Caminás… pero no te recomiendo que veas una película. No te lo recomiendo porque en esos momentos de inestabilidad emocional, alquilar una peli es como empezar a salir con alguien: necesitas saber de qué va, necesitas leerte la sinopsis antes de volverla a cagar, y luego pensar “no, otra romántica-coñazo ni de coña… ya he tenido bastante”. En momentos así, las películas deberían ser todo lo contrario: un polvo rápido y sin sentimientos. Por eso tienes que elegir bien lo que ves y tener en cuenta tu nuevo estado anímico. Deja pasar un tiempo prudencial antes de volver a ver cine. Descarta los pastelones, eso es para quinceañeras enamoradas. Comienza una nueva dieta rigurosa pero efectiva. Empieza con el western, con pelis de tipos rudos, tipos duros, deja que Clint Eastwood sea tu héroe (¿acaso no lo es?), sigue con las de mafia, déjate apadrinar por Corleone, prueba con las de acción y no le hagas ascos a las pelis de artes marciales. Bruce Lee es dios y Chuck Norris es su único profeta. Arrodíllate ante Charles Bronson. Cuanta más testosterona mejor. Es lo que necesitas.
Poco a poco recuperarás tu masculinidad herida, cambiarás las palomitas por cerveza y tendrás el valor para entrar de nuevo en el videoclub y enfrentarte a tus miedos. Al menos es lo que hizo Rafa. Me cuenta que una vez, tras salir de una relación tormentosa, se propuso algo que nunca antes había hecho: entrar en la sala de películas X del videoclub, sonreírle a la dependiente mientras le cobraba el alquiler de Follador y Caballero e invitarla al cine esa misma noche.  
Por cierto, ella le dijo que no.



lunes, 10 de diciembre de 2012

LOS QUE VAN A ESCRIBIR TE SALUDAN

Hace poco tuve la originalísima idea de escribir un blog. Lo sé, este mundo ya no necesita más blogs con las ralladas mentales de un don nadie. Internet está repleto de ellos. Antes de saltar a la arena de la escritura, tenía muy claro que todo lo que intentase escribir ya se habría dicho antes. Y probablemente mejor. Es como en las pelis de gladiadores: ya se han rodado muchas versiones de la misma historia, pero eso no parece amedrentar al director de turno para hacer la suya propia. Si nos paramos a analizarlas, veremos que cada versión explota unas características determinadas: una tiene más sangre y la otra más diálogos, una apuesta por la violencia y otra por el amor, una tira de épica y la otra de abdominales pintados. Y así, suma y sigue. Sin embargo, y con el permiso de Spartacus (la de Stanley Kubrick, no la serie de las pililas) creo que aún no se ha rodado el péplum definitivo. Con el tiempo llegará otro director dispuesto a contarte su película, que podrá ser mejor o peor que las anteriores, pero nos la clavará igualmente (véanse Gladiator, 300, Centurión, La Legión del Águila, etc). Pues con el asunto del blog sucede algo parecido:   
     —¿Por qué quieres escribir un blog si ya existen cuarenta mil iguales? me preguntan—, ¿es necesario?
     Yo siempre les respondo: 
     Eso es como preguntarle a un hombre por qué quiere tener sexo con las mujeres si ya hay montones de hombres en el mundo teniendo sexo con mujeres. 
       Un saludo y bienvenidos.    

Ave, Caesar, escrituri te salutant