Hace poco tuve la originalísima idea de escribir un blog. Lo
sé, este mundo ya no necesita más blogs con las ralladas mentales de un don
nadie. Internet está repleto de ellos. Antes de saltar a la arena de la
escritura, tenía muy claro que todo lo que intentase escribir ya se habría
dicho antes. Y probablemente mejor. Es como en las pelis de gladiadores: ya se
han rodado muchas versiones de la misma historia, pero eso no parece amedrentar
al director de turno para hacer la suya propia. Si nos paramos a analizarlas, veremos
que cada versión explota unas características determinadas: una tiene más
sangre y la otra más diálogos, una apuesta por la violencia y otra por el amor,
una tira de épica y la otra de abdominales pintados. Y así, suma y sigue. Sin
embargo, y con el permiso de Spartacus
(la de Stanley Kubrick, no la serie de las pililas) creo que aún no se ha
rodado el péplum definitivo. Con el tiempo llegará otro director
dispuesto a contarte su película, que podrá ser mejor o peor que las anteriores,
pero nos la clavará igualmente (véanse Gladiator, 300, Centurión, La Legión del Águila, etc). Pues con el asunto del blog sucede algo parecido:
—¿Por qué quieres escribir un blog si ya existen cuarenta mil iguales? —me preguntan—, ¿es necesario?
Yo siempre les respondo:
—Eso es como preguntarle a un hombre por qué quiere tener sexo con las mujeres si ya hay montones de hombres en el mundo teniendo sexo con mujeres.
Un saludo y bienvenidos.
—¿Por qué quieres escribir un blog si ya existen cuarenta mil iguales? —me preguntan—, ¿es necesario?
Yo siempre les respondo:
—Eso es como preguntarle a un hombre por qué quiere tener sexo con las mujeres si ya hay montones de hombres en el mundo teniendo sexo con mujeres.
Un saludo y bienvenidos.
Ave, Caesar, escrituri te salutant |
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