Les vi por primera vez en directo
en la sala Japan de Villareal, en 2008, durante la gira de Destino Perdición (ese discazo). Los pocos que éramos presenciamos un concierto lleno de energía, con un repertorio que
contenía todos sus clásicos. Mi segunda vez se hizo esperar, no fue hasta el
Festival Costa de Fuego 2012, en Benicasim, poco antes de la actuación de Guns N’Roses.
Aún recuerdo la calda insoportable de aquella oscura carpa Jack Daniel’s, llena hasta la bandera, y cuya
única virtud era poseer una acústica espectacular. Fue un concierto corto pero
intenso, con abundantes temas de su anterior disco, 13 Veces Por Minuto. Salí tan extasiado que incluso los Guns me
aburrieron. El pasado viernes fue la tercera, y esta vez jugaba en casa.
La Sala Zeppelin fue el lugar de
Castellón donde Uzzhuaïa presentó Santos
y Diablos, su último disco, y quizás su álbum más oscuro desde Diablo Blvd (si entendemos por “oscuro”
el hecho de que contenga temas más viscerales, temas que tal vez no entren tan
“a la primera” como los de Destino
Perdición o los de su disco homónimo del 2006, pero que ciertamente crecen con las
escuchas). Es por eso que tenía ganas de ver cómo funcionaban las nuevas
canciones en directo, y no tuve que esperar mucho, pues el comienzo con Una historia que contar ya nos anticipó que le iban a dar mucha caña al Santos y Diablos. De hecho, el setlist contó con hasta ocho canciones del nuevo disco, lo
que demuestra que Uzzhuaïa es una banda valiente, que no duda en sacrificar
temas clásicos para presentar otros nuevos. Me gustó mucho El Solitario, y ese final apoteósico con Santos y Diablos, por no hablar del momento en que La Mala Suerte, como de costumbre, nos
quiso acompañar. Personalmente, eché de menos algunos temas como Nuestra Revolución, Perdido en el Huracán
o Cuando ya no quede nada. Sí, soy un
nostálgico, qué le vamos a hacer. Pero quitando esto, que es algo lógico cuando
un grupo acumula discos, solo puedo quitarme el sombrero ante una banda que
siempre se deja la piel en el escenario, y que tras el concierto, además, tiene ese rato para tomar una birra y charlar con sus fans. Ojalá hubieran más grupos así.
La sala Zeppelin presentó un aforo medio, aceptable sólo si tenemos en cuenta que esto es Castellón, y que aquí el único rock que conocemos es el de los Mojinos Escozíos cuando llegan las Fiestas de la Magdalena. Eso sí, el público estuvo entregado desde la primera a la última canción, y eso es algo que, dentro de la paupérrima escena rockera de esta ciudad, se agradece. Ahora, a esperar hasta la próxima.
La sala Zeppelin presentó un aforo medio, aceptable sólo si tenemos en cuenta que esto es Castellón, y que aquí el único rock que conocemos es el de los Mojinos Escozíos cuando llegan las Fiestas de la Magdalena. Eso sí, el público estuvo entregado desde la primera a la última canción, y eso es algo que, dentro de la paupérrima escena rockera de esta ciudad, se agradece. Ahora, a esperar hasta la próxima.