lunes, 14 de octubre de 2013

LA INDIFERENCIA MATARÁ A FACEBOOK

Hace poco leíamos en una noticia que el Facebook desaparecerá en menos de tres años. ¿La razón? Que la red social aburre. Yo no sé si serán tres, seis, nueve o veintinueve años. No me atrevo a aventurar tamaña predicción con tanta exactitud. Pero de una cosa sí estoy seguro: desaparecerá. Desaparecerá como todo lo que asciende mediante un boom. Y será más pronto que tarde. Eso sí, no desaparecerá por aburrimiento, sino por indiferencia, que no es lo mismo. El Facebook no aburre. Para nada. Tiene el Candy Crush, los Angry Birds, el Football Manager, el Farmville y toda la retahíla de aplicaciones para sobrevivir al crudo día a día. De aburrir nada. Hace su función. Pero ya no es como antes ¿eh?
     Cuando nos creamos la cuenta, allá por el 2009, era el no va más. En aquella época jugábamos a aglutinar el mayor número posible de contactos y éramos fans de las cosas más absurdas. Volvimos a saber de nuestros antiguos compañeros de colegio e instituto, a los que no veíamos desde hacía siglos, los agregamos a todos, y creímos ingenuamente que el juguetito del Zuckerberg nos ayudaría a recuperar aquellas viejas amistades, que nos daría un nuevo impulso que lo iba a cambiar todo. Empezamos a subir montones de fotos que teníamos almacenadas en nuestras cámaras digitales desde 2003. Total, eran fotos que SÓLO íbamos a compartir entre los amigos, y que no vería nadie más. Seguro que sí. 
     Luego llegaron las “señoras”, los cuestionarios sobre nuestra vida, los grupos chorras de títulos inenarrables, y por supuesto, las páginas de fans. A golpe de un solo click, todos tus contactos sabrían acerca de tu grupo de música, de tu libro, de tu coro de danzas, de tu corto de cine y de la madre que parió a Peneque. Y para colmo, apareció el gran juez de nuestra era, el que dicta sentencia de lo que vale y de lo que no vale, el que dice lo que está bien y lo que está mal. Y no me refiero a Risto Mejide, sino al botón “me gusta”. Para muchos, la nueva vara de medir su autoestima. El mecanismo es fácil. Quien tiene más likes es el mejor. Incluso se inventó una nueva profesión al abrigo de todo esto: la de Community Manager. De hecho, hoy en día en España sólo existen tres clases de personas: Community Managers, Coachings personales y parados. Y ninguno de ellos se necesita entre sí, por cierto.         
     Pero volvamos al tema, que pierdo el hilo. Después de esto, allá por el 2010, con el Facebook plenamente rodado, hacerse famoso estaba al alcance de todos. Nunca habíamos vivido algo así. Había llegado de verdad el siglo XXI y lo íbamos a celebrar por todo lo alto, con o sin crisis. Y bien, ahora que el siglo XXI ha llegado y se ha instalado en nuestras vidas, ¿qué le está ocurriendo a nuestro querido Facebook? Que nos importa un carajo. Así de claro. 
     Al principio hacía gracia, con las frases ingeniosas del graciosete de turno, la amiga que te cuenta su vida minuto a minuto, el concierto de tu ex compañero de autoescuela, la mística de las frases inspiradoras, la nueva aventura empresarial de Perico el de los Palotes, las teorías descabelladas del final de LOST, la nueva biografía (que JAMÁS sacó ni sacará completa tu foto de portada), la información instantánea que permite ver los comentarios en el muro de cualquier persona, el “ya es oficial, Facebook será de pago”, el concierto de tu ex compañero de autoescuela otra vez… sí, al principio hacía gracia. Pero al final ya toca las narices. A nadie le importa nada, esa es la verdad. La monotonía hace estragos. Y es por eso que el Facebook morirá. De hecho ya está muriendo, cada día, cada hora. Y cuando eso ocurra surgirá algo nuevo, quizás otra red social, que nos absorberá a todos. Y vuelta a empezar. Mientras tanto, al Facebook lo enterrarán en un panteón digital junto al Messenger y al Megaupload. Y en cuanto al chat, lo único que de verdad hacía papel en Facebook, siempre ha sido un maldito infierno para comunicarse con alguien. Ese ya murió, aplastado por WhatsApp. Se lo tenía bien merecido.