martes, 21 de julio de 2015

TÚ ERES EL PROTAGONISTA

     Dicen que para un escritor novato, lo lógico es que le lean primero sus familiares y sus amigos, y luego, a partir de ahí, ir creciendo y darse a conocer a nuevos lectores. Yo no lo creo así. De hecho, para mí es justo al contrario. Es mucho mejor ser leído primero por desconocidos. ¿Por qué? Porque ellos son los únicos que te darán una opinión sincera de tu novela. Son los únicos que la leerán sin prejuicios. Los únicos que no se buscarán entre las páginas. Los únicos que se la leerán si de verdad les interesa, y no por obligación. Pero ¿y tus familiares? ¿Y tu círculo de amistades? ¿Y tus ex novias? ¡Uf! Ahí hay algo que no huele bien. Conozco a muchos autores que escriben en secreto precisamente porque les da vergüenza mostrar sus historias a los más allegados. Y yo comprendo perfectamente sus razones. A mí, en concreto, cada vez que termino una novela, los familiares y los amigos me preguntan lo mismo: “¿el protagonista eres tú? Es que me recuerda mucho a ti”. Ya os adelanto que es imposible escapar al San Benito. El escritor está condenado a ser confundido con el personaje de su novela. Así que si eres muy aprensivo, ten cuidado con lo que escribes.

LA VERDADERA LECTURA QUE HARÁN DE TU NOVELA

Si por casualidad la historia guarda algún tipo de paralelismo con tu vida real (por ejemplo, si el protagonista tiene padres, amigos, novia) ya la has liado. Serás tomado por un exhibicionista de tu vida privada. Da igual que ese personaje sea un alienígena venido del futuro para exterminar a la humanidad. Si ese protagonista, por poner un ejemplo, es impotente, la gente de tu entorno pensará (pero sin dudarlo ni un segundo) que tienes problemas en la cama. Si ese personaje tiene una novia, leerán tu libro como si ese personaje fuera tu novia de la vida real (o cualquiera que hayas tenido en el pasado, en caso de que ahora no la tengas). Si en tu novela salen malparados unos padres o unos suegros, atente a las consecuencias (cuidado con la herencia, chico). Si creas un personaje homosexual en tu historia, significa que encierras una homosexualidad latente que no te atreves a confesar. Si la cosa va de un personaje que da pena, tú también la darás. Si el prota es un ladrón, es que algo has robado alguna vez. Si relatas la historia de una infidelidad, es que algo malo le has hecho a tu chica. Si te vienes arriba y creas un personaje que es el puto amo, te acusarán de vanidoso. Si la protagonista de tu historia es una mujer (y tu eres un tío, o viceversa), estás dando rienda suelta a cierto travestismo mental que quizás delate otro travestismo físico. Y si creas a un personaje con un miembro viril de 30 centímetros… significa que has metido a Nacho Vidal en tu novela.
Llegado el caso, tú te defenderás con la frase comodín del escritor: “no, no, es que el protagonista de la novela no soy yo”. Entonces, el familiar o el amigo de turno esbozará una sonrisa y guardará silencio. Lo que no te dirá es lo que está pensando:



“¡NO POLLAS!”



La forma de pensar de tu querido lector amigo/familiar es simple: "lo que leo ahí es tu vida, y punto. La puedes haber disfrazado más o menos, pero a mí no me engañas". 



LA ETERNA CONFUSIÓN ENTRE AUTOR Y NARRADOR

Me atrevería a decir, sin temor a equivocarme, que el 99 % de los escritores del mundo han sido confundidos con el protagonista de su novela. Pero es que nos gusta pensar así, admitámoslo, porque somos morbosos. Stieg Larsson, el autor de la saga Millenium, era un periodista sueco al igual que su personaje Mikael Blomkvist. Seguro que cuando su padre leyó Millenium pensó que algo guarro habría hecho su hijo con una punky. El Dr. Watson, que narraba en primera persona las aventuras de su amigo Sherlock Holmes, era médico, igual que Sir Arthur Conan Doyle. Pues ya está. Más claro el agua: Conan Doyle fantaseaba con ser detective y se puso como el ayudante de Holmes. Quizás se aburría mucho el hombre. Dicen que Mario Puzo, el autor de ‘El Padrino’, tenía contactos con la mafia italiana de Nueva York, incluso que perteneció a ella. Para mí que fueron sus colegas los que se encargaron de esparcir el rumor por el barrio. Bret Easton Ellis debió de horrorizar a sus familiares y tuvo que quedarse directamente sin amigos cuando narró las aventuras de Patrick Bateman, el carnicero misógino de American Psycho. ¿A quien quería engañar? Ese lunático se quería cargar a todo el mundo, y como no se atrevía a hacerlo en la vida real lo escribió con todo lujo de detalles. Maldito loco. Y bueno, qué decir de E.L. James, la autora de ‘50 sombras de Grey’. Da igual que tenga dos hijos adolescentes y un marido desde hace 20 años: a esa chiflada habría que encerrarla. En fin, y así seguiríamos hasta mañana. Sólo falta que alguien venga diciendo que Superman lo inventó un tío muy fuerte que le gustaba ayudar a los demás.
Al final, escribir puede llegar a dar bastante asco por motivos de este tipo. Quizás por eso sólo escriben los que realmente sienten vocación y necesidad. Tú, como autor, te has sumergido en un proceso creativo queriendo sacar la mejor versión de una historia, y da rabia que luego vengan a socavarte la moral los que se supone que más deberían apoyarte. Porque, seamos sinceros de una vez: los familiares y los amigos no son la clave del éxito para un escritor. Son importantes, no hay duda, y hasta pueden sacarte las castañas del fuego comprando 100 ejemplares el día de la presentación de tu libro, pero por lo demás, suponen una barrera psicológica que debes romper para seguir adelante. Si uno logra traspasarla, probablemente habrá triunfado como escritor. A mí, a estas alturas, me importa un bledo lo que piensen de mis novelas los que me conocen. Yo seguiré escribiendo, y ninguna de sus opiniones me detendrá. Lo que tengo muy claro es que yo no escribo para contentar a mi madre, ni a mis amigos, ni a mis seres queridos. Para eso ya está Jorge Bucay.    
  Para acabar, una reflexión: ¿cuál es la única vez que tus amigos no te tomarán por el protagonista de tu historia?    
He acabado un nuevo relato –le digo a mi amigo Rafa–, ya te lo pasaré. 
No me digas –me contesta él, haciéndome saber con su escéptico tono de voz que mi actividad literaria se la trae floja.   
Sí. Es un poco subidito de tono ¿sabes? Quiero aprovechar el filón de ‘50 sombras de Grey’.
¿Y de qué va?
De un tío que se lo monta con cinco tías a la vez.
Rafa sonríe sarcásticamente. 
Colega, ¡eres un fantasma!

viernes, 17 de julio de 2015

EL REPARTIDOR (Crónicas Urbanas)

Esta es la portada de mi nueva novela, que he estrenado este mes de julio en el concurso que organiza Amazon. De momento está teniendo buena acogida. ¿A qué esperas para leerla?


SINOPSIS: Mike, un joven misántropo y adicto al sexo, trabaja repartiendo periódicos gratuitos en las inmediaciones de la estación. Allí, mientras ve llegar los trenes, convive con la fauna urbana de los bajos fondos, formada por personajes excéntricos, y en ocasiones peligrosos, con los que debe lidiar a diario. El de repartidor no es su trabajo soñado, ni mucho menos. Es un 'minijob' precario y mal remunerado, pero la crisis no le ofrece otra alternativa. Sin ninguna perspectiva de futuro, Mike tiene que recurrir al trapicheo de hachís para llegar a fin de mes. Además de salir por la noche a emborracharse, su única ilusión en la vida es hablar con la bella Laura, una joven a la que le da el periódico cada mañana y por la que se siente fuertemente atraído. Por desgracia para él, sus conversaciones nunca se alargan más de un minuto. Decidido a conocerla mejor, Mike utiliza las redes sociales para crearse un perfil falso y acercarse a ella. Él no lo sabe, pero su vida está a punto de dar un giro inesperado y peligroso.

viernes, 22 de mayo de 2015

LOS 10 MANDAMIENTOS DEL "BUEN" CASTELLONENSE

1. Tienes que criticar a los demás porque los demás también te critican a ti. Si no criticas a nadie no eres de fiar.
2. fingE llevarte bien con las personas a las que criticas. La vida da muchas vueltas. Nunca se sabe qué mano te dará de comer.
3. Tienes que pertenecer a una familia de clase acomodada, con contactos, gent de dinerets. Si no es así, busca una buena pareja y fes un bon casament (esto último sólo sirve para las mujeres).   
4. consIGUE una mujer más guapa que la del vecino (si encima la quieres mejor, pero eso no es lo importante). Tu mujer, que es más guapa que la del vecino, te dará unos hijos más guapos que los del vecino. Sácalos en el Pregón infantil. Que luzcan. 
5. Tienes que tener un trabajo para ganar más dinero que el vecino. No para ser feliz. No seas tonto: he dicho para ganar más dinero que él. Si ganas menos, debes mentir para aparentar.
6. Tienes que tener un coche más grande que el del vecino. Tienes que comprarte un Smartphone más grande que el del vecino. (Aclaración: el tamaño de tu pene importa, pero no tanto, porque eso no se ve, y las tetas siempre estás a tiempo de operártelas).
7. VOTA al partido mayoritario. La ideología no importa. Hay que estar con los que ganan.     
8. Tienes que competir. La vida es competir. En todo. Y competirás, te guste o no te guste. La única diferencia es que si no compites quedarás el último. 
9. Tienes que SUPERAR al  vecino para que él no te supere a ti.
10. Tienes que APLASTAR al vecino antes de que él te aplaste a ti. 

    Esta, amigos, es la mentalidad que hemos desarrollado generación tras generación. Nos han enseñado a construir nuestra autoestima en base a estas estúpidas creencias. Envidias, celos, rencores, peleas y rivalidades. Y ya no me refiero únicamente a Castellón. Así funciona el mundo. Así funciona España, que es la quintaesencia de lo que acabo de exponer. La crisis económica actual únicamente agudiza nuestra miseria moral. Un eterno círculo vicioso del que, a este paso, no saldremos nunca. ¿Solidaridad? Y una leche. Aquí vale todo para llegar el primero, y el último "maricón". Los políticos son el primer ejemplo de ello. 
          Y ahora id y votadles.

Ilustración: El Roto


miércoles, 4 de febrero de 2015

SÁLVAME, PABLO IGLESIAS

“Si Belén Esteban se montara un partido político, ganaría las elecciones”. Esta frase, que tantas veces hemos oído en los últimos tiempos, va camino de convertirse en realidad. Sólo hay que echar un vistazo al panorama político del país. Desde hace muchos años, la Esteban es una colaboradora habitual de Sálvame, y debido a sus apariciones se ha ganado el apoyo de miles de seguidores. Ella no necesitaría un programa electoral para arrasar en las urnas. Hoy en día, con salir en la tele y empatizar con el público, es suficiente. La política es lo de menos. Pues así es España, señores.
Mal que nos pese, Sálvame es uno de los programas más vistos de la televisión española. El Chiringuito de Pedrerol es el Sálvame del fútbol (y si no, desmiéntemelo), y La Sexta Noche ya se ha convertido en el Sálvame de la política. Incluso Iker Jiménez, en ocasiones, transforma su nave del misterio en el Sálvame de lo paranormal (con Enrique De Vicente vs. la ciencia). Parece que esta es la fórmula ganadora. En España ya no sabemos hacer las cosas de otra manera. El futuro es la Salvamización de los medios. Todo es farándula, polémica y ego. Todos son gritos, insultos y pataletas. Mi verdad es la que vale, y si me tocas los huevos te machaco. Cainismo y odio hasta el final. Yo soy trending topic, y tú no.  
No estoy insinuando que Pablo Iglesias sea como Belén Esteban. Son dos personas tan diferentes como el día y la noche. Pero el producto televisivo es el mismo. Si la Esteban es “la princesa” del pueblo, el coletas se ha convertido en “el salvador”. Y ambos lo han conseguido del mismo modo: discutiendo con gentuza en un plató. Al final, lo que importa no es tu programa político, sino el aguante que tengas cuando te echan encima a los leones. Si te vienes abajo, estás muerto. Si sales victorioso del combate, el pueblo te aclamará. El señor Iglesias ha salido victorioso y por eso está ahí. Lo que haga a partir de ahora, dependerá exclusivamente de su talento como político. Y ahí no habrán oratorias ni discursos que le valgan.    
Y yo me pregunto: ¿qué será lo próximo? ¿El Sálvame de los toros presentado por Jesulín? ¿El Sálvame de Historia de España dirigido por César Vidal? Puestos a pedir, a mí me gustaría el Sálvame del cine. Pero nada de programas aburridos con Cayetana Guillén Cuervo. Lo que yo pido son trapos sucios. Que sienten al director de El Niño y al de La isla Mínima y que se digan de todo. Que sienten a directores y actores famosos en un plató y que se saquen los hígados: “tú me jodiste aquella película”, “rodaste aquella escena para verme desnuda”, “te pasaste el rodaje colocado”, “le diste el papel a ella porque te la chupó”, “tu película es una mierda”. Seguramente, la taquilla del cine español funcionaría mucho mejor a partir de entonces. También me fliparía ver el Sálvame de la literatura. Aunque pensándolo bien, eso ya lo vimos en aquel mítico programa de Sánchez Dragó de finales de los ochenta. Al final va a tener razón Fernando Arrabal: el milenarismo va a llegar.   

Foto: bluper.es

jueves, 27 de noviembre de 2014

LA ISLA DE MARIO

Esta será la portada de mi novela La isla de Mario, que da el salto de Internet al papel de la mano de ACEN editorial. La portada es obra del ilustrador Joaquin Porcar (Caffeine Artwork). 


SINOPSIS: Mario, un joven dibujante de cómics, se muda a vivir a un piso con su novia Penélope, con quien planea casarse. Todo parece ir bien en su vida, pero un día, de la noche a la mañana, sucede lo inexplicable: Mario se despierta en la playa de una remota isla. Y lo que es peor, no recuerda cómo ha llegado hasta allí. Pronto descubre que tiene compañía, pues vagando por la selva se encuentra a Laura, la amiga de la infancia de su prometida Penélope. Laura, una joven valiente y atractiva, es la única persona que puede arrojar algo de luz acerca de su paradero. Por desgracia, al igual que Mario, Laura únicamente recuerda que despertó allí. A medida que pasan los días, ambos entienden que si quieren sobrevivir van a tener que permanecer juntos. Mientras exploran la isla en busca de alimento, tratarán de hallar respuesta a sus múltiples interrogantes: ¿Por qué están allí? ¿Dónde están sus seres queridos? Y lo más importante: ¿cómo escaparán?
Construida mediante flashbacks, La isla de Mario es una novela que desafía el ingenio. Un puzzle en el que encajan casi todos los ingredientes: intriga, drama, amor, humor e incluso terror. Un juego de referencias literarias y cinematográficas que van desde el primer Robinson a Julio Verne, desde El lago azul a Perdidos. Sumérgete en una trama que te absorberá hasta la última página.
Blog de la novela: http://laislademario.blogspot.com.es/

miércoles, 29 de octubre de 2014

UTOPÍA

Microrrelato incluido en el libro "Bocados sabrosos IV" de
ACEN editorial.    


Los niños se agolpaban nerviosos en la esquina del patio del colegio. Todos querían ver lo que sujetaba Pedrito en sus manos. La excitación asomaba en sus rostros. Nunca habían visto nada igual, tan adulto, tan prohibido. ¡Cuidado, que viene don Venancio!, gritó alguien. La pandilla se dispersó con rapidez. Al llegar, don Venancio descubrió un ejemplar de El Quijote tirado en el suelo.


jueves, 29 de mayo de 2014

LA MUERTE NOS IGUALA A TODOS

—Es un antipático. 
Y un grosero. 
No me cae nada bien.
—Es un envidioso.
—Y un tacaño. 
—Es un  gilipollas. Eso es lo que es. Y un cerdo.
—Siempre dice cosas que me ofenden.
—Yo tampoco le aguanto…

…pero

lunes, 7 de abril de 2014

CONVERSACIÓN CON UNA CANI (RELATO)

La literatura es un medio donde todo es posible. Ahí radica su mayor atractivo: que el escritor, mediante su creatividad, puede dar vida a cualquier situación que imagine en su mente e inmortalizarla en negro sobre blanco. Y hablando de situaciones, hoy imagino una que difícilmente podría darse en la vida real. Me refiero a una conversación en profundidad entre dos personas que poco o nada tienen que ver, un choque entre dos seres vivos de caracteres y signos opuestos. Él es un joven universitario amante de la cultura, la literatura, la música y el arte, graduado en filología hispánica y cursando un máster en literatura comparada. Ella trabaja en una peluquería desde que cumplió los dieciocho, su máxima ambición en la vida es ir cada sábado al botellón del parking del polígono y beber con sus amigas hasta perder el conocimiento. En condiciones normales, la posible relación entre estos dos jóvenes sería nula. Pero la realidad es caprichosa, y hoy me dispongo a manipularla para todos vosotros, con el objeto de que ambos se queden atrapados en un ascensor, en concreto entre el tercer y cuarto piso de un ascensor del centro comercial. Para más señas, ella se dispone a comprar alguna baratija en la planta de moda. Él, por su parte, ha venido a buscar las obras completas de Machado en la Casa del Libro. Pero cuando se produce el apagón, todo su mundo se reduce a un cubículo de dos claustrofóbicos metros de anchura.
—Menuda mierda, colega —grita ella.
—No creo que tarden mucho en sacarnos —contesta él, resignado— ya llevamos casi diez minutos aquí dentro.    
—Esta peña no tiene ni puta idea de hacer ascensores —maldice ella, irritada.
La joven dobla las rodillas y se sienta en el suelo con las piernas cruzadas. Permanecen en silencio durante cinco minutos más.  
—¿Tienes un piti, colega? —dice ella, rompiendo el silencio.
Él la mira arqueando las cejas, sorprendido.
—No pensaras fumar aquí… —contesta, en un tono que ella interpreta rápidamente como una clara ofensa hacia su persona.
—¿Qué pasa? ¿A mí me pueden encerrar aquí cuando les dé la gana y yo no puedo fumarme un puto cigarro? ¿O qué?
—Pues qué quieres que te diga, no creo que un zulo como este, sin apenas aire, sea el lugar más adecuado del mundo para fumar.
Ella, desde el suelo, le observa de arriba abajo. Se fija en los libros de poesía que sujeta bajo el brazo, en las greñas descuidadas cayendo sobre su frente, en su barba rala de una semana, en sus bambas deportivas sucias y en su camiseta negra de Metallica.
Finalmente le dedica un gesto de desprecio.  
—Vale, hombre, vale —dice, hastiada. 
Y entonces, ella hurga en el bolsillo de su anorak naranja, saca un cigarro y se lo enciende.
Él la mira boquiabierto.  
—¿Se puede saber para qué me has pedido un cigarro, entonces?
Ella exhala el humo del tabaco y ni tan siquiera le mira.
—Joder, con el rarito —dice.
—¿Cómo me has llamado?
—¿Y cómo coño quieres que te llame si no te conozco? —dice ella, a la defensiva.
—Me llamo Pedro.
—Pos muy bien —contesta ella, molesta.
Pedro se fija en los gigantescos aros de sus orejas, en sus pulseras y en sus múltiples piercings
—Pues si yo soy el rarito, tú debes de ser la Jenny, porque vamos…
La Jenny, enojada porque aquel tipejo acierte su nombre, abre los ojos de par en par.
—¿Y tú qué coño tienes que decir de mi, friki de mierda?
—¿Friki? ¿Friki yo?
—No, mi abuela. Pos claro que tú. ¿Qué no te has mirado al espejo o qué?
Pedro se restriega la mano por la cara, se mira en el espejo y suspira.
—Maldita sea, por qué no me quedaría encerrado con Scarlett Johansson.
—Pos no flipas tú ni na.
Pedro mira la hora en su reloj, luego examina de nuevo el cuadro de los botones y aprieta por vigesimoquinta vez el botón rojo de las emergencias, sin obtener resultado alguno, dado que yo, que soy el autor, considero que este diálogo del ascensor aún puede dar mucho más de sí. Así que el bueno de Pedro decide sentarse en el suelo frente a la joven, que apura las últimas caladas de su cigarro, y abre el libro de poesía de Machado por la primera página.
—Madre mía, y ahora se pone a leer, el notas.
—Sí, deberías probarlo, te vendría bien.
La Jenny, con un rápido movimiento del pie, le tira el libro al suelo.
—¿Tú qué vas de listo?
Pedro, sorprendido ante su brusca reacción, frunce el ceño y pierde la paciencia.
—¿Pero qué haces?
—¿Qué te crees mejor que yo por tener estudios?
Pedro recoge el libro del suelo y lo cierra de golpe con rabia.    
—¿Sabes una cosa? Odio a la gente como tú. Sois una lacra para la sociedad.
—¿Pero qué coño dices, payaso? Si no me conoces.
—Llevo media hora encerrado contigo en este puto ascensor. Claro que te conozco. Te conozco perfectamente. A ti y a todos los de tu calaña. Eres una cani y actúas como las canis. Eres violenta, inculta y no sabes vivir sin ofender a los demás. Me das asco.
—¿Ah, sí? Pues tú eres un chungo que se cree mejor que yo porque lee libros, pero realmente eres un amargao de la vida que se mata a pajas todas las noches, porque las tías buenas pasan de ti. Yo al menos tengo un novio que me quiere y me protege.
—Seguro que es un encanto.
—¡Pos es mucho mejor que tú, pringao!
—Sí, puedo hacerme una idea. ¿A qué universidad… perdón, quiero decir, a qué gimnasio va?  
—¡Uy, uy, uy! Que mala leche te gastas, nene. Pos para que te enteres, a él no le hace falta ir a la universidad, es mazo listo, se ha criado en la calle ¡esa es su universidad!
—¡Oh! Si sigue así llegará a presidente.
—Pues no es un don nadie. Salió de actor en una peli, listo, que eres muy listo.
—¿No me digas? Espera, déjame adivinar ¿de motero extra en las tomas falsas de Tres Metros sobre el cielo? ¿O en las escenas eliminadas de Yo soy la Juani?
La Jenny gruñe.
—¡Al menos él no es un mierdecilla como tú, que te crees muy listo, pero no vales na! —aúlla.
—Cuando salgamos de aquí tienes que presentármelo, será una joyita.
—¡Pues sí! ¡Y te dará dos ostias! ¡O te las daré yo como no te calles!
—Eso me gustaría verlo.
La Jenny no puede aguantar más su ira, afila sus uñas y se lanza con toda su rabia sobre él.
Cuando los técnicos logran abrir las puertas del ascensor, una hora después, encuentran a dos jóvenes tumbados en el suelo.

Ambos yacen tranquilos, desnudos y abrazados.     


martes, 18 de febrero de 2014

LA MÁQUINA DE PELEAR


El otro día estaba en casa y escuché a la vecina discutiendo con su marido. Le decía así:

—¡Si te envío un Whatsapp y veo que tú te conectas ocho veces, es que no me has contestado porque no te ha salido de los coj****!

   Sí amigos. Pimpinela hicieron mucho daño a las relaciones de pareja, pero las nuevas tecnologías pueden ser mucho más peligrosas (para los de la LOMCE, Pimpinela: como los Cuquis de La que se Avecina pero en los 80 y cantando). Antes, los marrones con tu pareja solían darse cuando te olvidabas de su cumpleaños, cuando llegabas borracho a casa de madrugada o cuando te gastabas el dinero de la paga extra de Navidad en el bingo. Ahora, lo que se lleva es discutir por el Whatsapp.
   Según una noticia, el pasado año se separaron 28 millones de parejas por culpa de esta simpática aplicación para el móvil. Y es que hay que ver cómo nos ha cambiado la vida el sucesor de los difuntos SMS. La pregunta es ¿nos la ha cambiado para mejor? ¿No éramos más felices antes, comunicándonos  sólo cuando realmente lo necesitábamos? ¿Era necesario crear un chat para el móvil conectado las 24 horas, con todo el intríngulis del doble check y las peleas y reproches que (como a mi vecino) conlleva?
   Lo cierto es que cada nueva red social (o cada servicio de chat, lo mismo da) trae consigo discusiones, igual que la primavera trae consigo los estornudos. Ahora es el Whatsapp, sí, pero la cosa ya viene de lejos. Acuérdate de aquella bronca que tuviste hace diez años en el messenger (tu le juraste y le perjuraste que ya te habías desconectado, pero ella te sentenció por no haber contestado a su te quiero). Acuérdate de cómo disfrutaba inundando tu bandeja de hotmail con e-mails repletos de corazoncitos y ñoñería, y de cómo reaccionó cuando le dijiste que quizás eran demasiados. Acuérdate de la vez que colgó tus fotos de borrachera en Facebook pensando que te harían gracia. Y ahora repite conmigo: ¿redes sociales y amor? Agua y aceite.  
   Y es que las redes sociales sirven para muchas cosas, pero sobre todo sirven para pelear. Y ya no sólo con tu pareja, sino con cualquiera al que le tengas ganas. Nunca antes había sido tan fácil y tan cómodo darle cera a quien tú quieras. Las redes sociales, como su propio nombre indica, cumplen funciones sociales, y entre estas funciones encontramos una que en mi opinión en básica: la del desahogo. Antes tenías que conformarte con gritarle a la pantalla de la televisión cuando salía algún personaje que no despertaba tus simpatías. Ahora tienes Twitter, que viene a ser algo así como el Olimpo de las bullas virtuales. Y también tienes los comentarios de Youtube, un campo de guerra abierta, sin reglas, cómo en Vietnam. Y digo yo, si gracias a las redes sociales la gente canaliza su ira y sale a la calle sin ganas de pelea, pues bienvenidas sean las dichosas redes. Aunque mucho me temo que su efecto es justamente el contrario.      
   Mi amigo Rafa no tiene Whatsapp. Tampoco lo quiere. Él vive en constante rebeldía hacia esta sociedad moderna y decadente. Y es feliz.  
   —¿Qué? ¿No te animas a pillarte un móvil con Whatsapp? –le pregunto.
   —Déjate de Whatsapps, que los carga el diablo.
   —Bueno, mira el lado positivo, así estarías más comunicado.
   Rafa le da una calada a su eterno cigarrillo encendido y escupe al suelo.
   —Si alguien quiere algo de mí ya sabe dónde encontrarme.



miércoles, 8 de enero de 2014

RICARDITO CRECE (Obra de Microteatro)

ESCENA I
Año 1999. Un cuchitril repleto de humo donde un grupo de jóvenes universitarios debaten acaloradamente mientras fuman y beben cerveza. Están sentados en círculo, a modo de asamblea. En uno de los extremos se sienta Ricardito, al que todos llaman “el antifascista”. Apenas ha cumplido dieciocho años. Luce cabello largo, viste ropa raída y lleva un pañuelo palestino enrollado al cuello. Él lleva la voz cantante. 
Ricardito: odio a la gente que se cree mejor que yo por tener un coche más caro o una casa más grande. Son todos unos pijos, unos hijos de papá que te miran siempre por encima del hombro. La culpa es de esta sociedad tan materialista en la que vivimos, que sólo le da importancia al dinero y a las apariencias, pero no a lo que de verdad importa: la justicia y la libertad. Nosotros queremos un mundo mejor ¿no? Pues, ¡tenemos que cambiarlo!

Aplausos.


ESCENA II
Año 2013. Frente a una urbanización de chalets de lujo, lejos de la crisis de la ciudad, dos hombres vestidos de etiqueta se enzarzan en una fuerte discusión que acaba a golpes. Uno de ellos, el más violento, intenta estrangular al otro. Es Ricardito. Ahora es un hombre, y está hecho una furia. Del bolsillo del pantalón saca la llave de su BMW para introducírsela en el ojo a su vecino.  
Ricardito: ¡yo soy mejor que tú!