jueves, 14 de septiembre de 2017

TRAS LOS PASOS DE BÉCQUER



Este verano he visitado dos lugares ligados a la figura de uno de mis autores favoritos: Gustavo Adolfo Bécquer. El primero de ellos en pleno corazón de Madrid. El segundo, en un solitario rincón de la provincia de Zaragoza.


Aquí, en alguno de estos balcones de la calle Libreros de Madrid, Gustavo Adolfo Bécquer vio por primera vez a Julia Espín, la musa que inspiró sus famosas rimas. Ella era una cantante de ópera bastante estirada, una joven de la alta sociedad que no le hizo ni caso porque él era un simple poeta, un muerto de hambre. Él, por su parte, escribió algunos de los versos de amor más importantes de la poesía española.


El monasterio de Veruela es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Un enclave lleno de misterio y romanticismo en el que el mismo Bécquer vivió entre 1863 y 1864. Allí fue donde escribió sus famosas Cartas desde mi celda y buscó inspiración en pueblos cercanos como Trasmoz, conocido por sus leyendas sobre brujas. Sin duda, el paso del autor por este monasterio dejó huella, prueba de ello es la exposición que alberga sobre su vida y obra.

 





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